San Martín de Montalbán,
                                    y un apunte sobre La Gamazada

Es una ermita, antigua abadía, que, como la mayoría de las que quedan sin uso por haber desaparecido la población del lugar, estaba destinada a servir de cantera para la construcción de cualquier chalé de cualquier pueblo. Hoy la vemos restaurada por la iniciativa del ayuntamiento del valle de Yerri, que ha marcado el camino a tantos otros lugares de nuestra geografía, que contemplan impasibles la ruina de su patrimonio o esperan que sean otros quienes lo arreglen sin que ellos tengan que poner un euro.



Con su portada orientada hacia el Sur, desde el pequeño otero domina los campos que la rodean (las fotografías de antes de la restauración son del 17 de julio de 2009).

Conocida desde comienzos de la Edad Moderna como San Martín de Montalbán, es la antigua  abadía del lugar que en la documentación medieval figura como Asna.

Pequeño señorío del Valle de Yerri que en el censo del año 1350 (probablemente el mejor de Europa, pues en él figura el nombre del cabeza de todas las familias navarras) aparece habitado por cuatro vecinos que en conjunto tributan con 10 florines: Marín Miguel, Martín García, Joan García del Molino (lo que parece indicar que había un molino), y Salvador.



Vista desde el Norte, vemos hundido el tejado de su nave, construido en bóveda de ladrillo en fechas posmedievales. Al fondo, Montejurra.

En 1590 aún consta como Asna en el sínodo del obispado de Pamplona, pero ya en 1518, Francés, barón de Beorlegui, hijo de Juan Beaumont y Navarra, se hacía llamar señor de Montalbán (o monte blanco, nombre más al gusto de la gente del Renacimiento), y desde finales del XVI hasta comienzos del XIX el señorío era representado en Cortes por el señor de Arazuri.

En 1834 era propiedad de Juan Bautista Queralt y Bucarelli, marqués de Vallehermoso, cuya casa principal estaba en Corella, y el Diccionario de Pascual Madoz (1845-1850) la describe regida por un beneficiado nombrado por el marqués, con una casa habitada por siete personas que explotan tierras dedicadas al cereal, un mínimo regadío, y señala la existencia de unas pequeñas canteras.

Como parroquia desapareció el 29 de noviembre de 1880, y en el Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Pamplona nº 370, correspondiente al 3 de enero de 1881 figura su anexión a la de Zurucuáin: «Parroquia rural de 1ª clase: la de la Purificación de Nuestra Señora de Zurucuáin y Montalbán con Párroco dotado en tres mil trescientos reales vellón, y mil quinientos real vellón el Culto».

 


La peor calidad de lienzo de la derecha -y de los pies- denota que corresponde a la primera fase constructiva del templo. El contrafuerte que falta fue arrancado, con el permiso de la propiedad, para realizar el monumento a Nuestra Señora de Irache en la vecina población de Arizala.

Y aunque el término de Montalbán fue adscrito al de Zurucuáin cuando a mediados del siglo XIX (desde 1842 se han extinguido en España más de 4.000 municipios) siguiendo pautas francesas se conformó el mapa municipal y provincial de España,  hasta la Segunda República los de Abárzuza (la más importante población de la zona) acudían en romería a su ermita el día de San Isidro.

Quizá por esa familiaridad, en 1931, el ayuntamiento de Abárzuza, siguiendo los consejos de Bruno Lezáun, párroco del pueblo, compró a Mª de los Dolores de Queralt y Bernardo de Quirós, 18ª condesa de Cifuentes e hija del marqués de Vallehermoso, 3.137 robadas por 550.000 pesetas, arrendándolas entre los vecinos. Pero ante la falta de recursos y las dificultades en cobrar a tiempo las rentas, a través de una gestoría las vendió a gente de Abárzuza, Arizala, Zábal y Murugarren.

Venta que se frustró al darse a la fuga con el dinero el dueño de la gestoría. Para salir del lío, el Ayuntamiento vendió parte de las tierras a veinte vecinos del pueblo, y la mayor parte del señorío fue adquirido por la familia Ayestarán, comerciantes de Pamplona, que revendieron parte de las tierras y se quedaron con la ermita y alguna finca en su entorno.



El desplome del lienzo izquierdo del ábside había provocado la apertura de peligrosas grietas en sus bóvedas y arco triunfal, amenazando su ruina.

Para entonces ya existía la granja, hoy almacén, que hay en la carretera, distante unos 500 metros de la ermita, a la que se accedía por un camino que aún conservaba restos de empedrado, por lo que es probable que los 14 adultos (de ellos 8 sirvientes) y 8 párvulos que figuran en el libro de cumplimiento pascual de 1925 residieran en la granja.

También en la granja debió nacer el 6 de agosto de 1927 una niña, último nacimiento del lugar, que por carecer Montalbán de sacerdote fue bautizada en la iglesia de Zurucuáin, a donde fueron a parar el campanil, alguna imagen (la ermita debió tener, al menos, un San Martín y una Inmaculada) y objetos litúrgicos.



El ábside lo flanquean cuatro contrafuertes que no llegan a alcanzar la cornisa. Por el contrario, los contrafuertes que separa el anteábside de la nave se elevan hasta arriba, marcando las dos fases contractivas del templo. Culmina el ábside y anteábside una sencilla cornisa sobre canecillos lisos de leve curvatura cóncava.

En 2003 el ayuntamiento de Yerri adquirió por 21.000 euros una hectárea en torno a la ermita, que les fue regalada con la condición de que fuera restaurada.

La Institución Príncipe de Viana encargó un proyecto de restauración que costó 17.400 euros, y entre el Ayuntamiento del valle y el Teder -gestiona fondos europeos del Eje 4 Leader- pagaron con un 30 y un 70% respectivamente los casi 290.000 euros que costó la restauración, realizada por la empresa de Ávila Granitos Juan Fernández e Hijos.



En la cubierta de la nave hundida se aprecian los arranques de la bóveda de ladrillo, y un arco, también de ladrillo, que arranca de ménsulas de estilo cisterciense, con forma de bocel la izquierda y modillones de rollo la derecha, que nos remiten al monasterio de Iranzu. Tanto la bóveda como el arco fajón son posmedievales, y la ausencia de contrafuertes indica que en origen su cubierta era de madera.


Para su restauración, dado el riesgo de la obra, el templo tuvo que ser rodeado de andamios, por fuera...


...y por dentro.


Una vez recalzados por bataches los cimientos (la cimentación de la nave llegaba hasta casi dos metros de profundidad, mientras que la del ábside, más somera, descansaba sobre una base de hormigón que se extendía por toda su superficie), y asegurada la estabilidad del templo, se desmontó la mitad de la bóveda de cañón del anteábside (se aprecia sin revoco); con gatos hidráulicos se recuperó la forma original del arco; se puso una cuña de piedra para suplementarlo; se colocó una cimbra sobre la que se rehizo la bóveda, y la cubierta de lajas del ábside se protegió con otra de teja, mientras que la nave se cubrió con madera.


Se inyectó mortero de cal para rellenar lo que había lavado el agua, se sellaron las grietas, y se repusieron los sillares que faltaban.


En el interior se retiraron unos 70 centímetros de escombros y estiércol (fue utilizada como aprisco hasta que en 2006 se valló con alambre de espino para impedir el acceso del ganado), quedando al descubierto un solado de ladrillo. Y se repusieron las basas de las semicolumnas meridionales, que formadas por plintos, toros y escocias, y adornadas con flores octopétalas y frutos, habían sido robadas.


Finalmente, se rehizo el contrafuerte cuyas piedras habían sido retiradas.


En las excavaciones, apoyada al muro del ábside en la parte del Evangelio, se encontró una tumba antropomorfa de entre los siglos VIII y X.


Y a ambos lados del ábside aparecieron 20 sepulturas (no se ha excavado la totalidad del recinto) de las que 14, como se aprecia en la foto, estaban cazadas por la cimentación, lo que denota que son de época anterior (el templo primitivo era de cabecera recta, y no pasaba más allá de la nave de la actual ermita). En ninguna de las tumbas aparecieron ajuares.


En algunas zonas, las tumbas, formadas por lajas y con orejeras para fijar la cabeza del cadáver, ocupaban hasta cuatro niveles superpuestos, y muchas de ellas eran familiares, como lo indica el que los restos óseos de los anteriores ocupantes se recogían a los pies. En una se encontró una piedra sobre el pecho del difunto para que el cuerpo quedara estable, y en otra apareció una moneda de medio cornado de Felipe II o Felipe III sobre el labio superior del difunto, lo que nos remite al mito de Caronte, dando idea de la pervivencia de esa tradición romana en los ambientes rurales (Caronte era el barquero que llevaba a los difuntos al Paraíso, y el pasaje se pagaba ofreciendo alguna moneda). Esta sepultura, para señalar su existencia, tenía sobre ella una piedra hincada, resto de una antigua cruz. Otras pudieron tener cruces de madera, que por la poca durabilidad del material no han llegado hasta nosotros.


De fecha más tardía (siglos XIV a XVI) aparecieron dos estelas discoideas, de una de las cuales muestro su anverso y reverso.


El ábside, levantado con once hiladas de buena sillería, tiene tres pequeñas y sencillas ventanas (las dos laterales tapiadas), con doble abocinamiento, que parten de una imposta abiselada, y, sobre ellas, otra moldura en cuarto bocel señala el arranque de la bóveda. Molduras que nos remite a la solución empleada en la cabecera del monasterio de Irache y, más tarde, en Santa María Jus del Castillo de Estella, sobre la cual hay un trabajo en esta Web. El arco de separación de ábside y anteábside es sencillo y apoya sobre semicolumnas adosadas al muro, mientras que el que separa el anteábside de la nave es doble y apoya sobre semicolumnas adosadas a pilastras.


Las semicolumnas del ábside terminan en sencillos capiteles. Tres de ellos están decorados con variaciones sobre el mismo tema: esquematizaciones de grandes hojas hendidas en las esquinas, que contienen palmas y terminan en volutas. Son una esquematización de modelos de gran difusión en Tierra Estella, cuyos ejemplos más antiguos los vemos en la catedral de Pamplona antes de 1127. El cuarto incluye dos motivos bulbosos a modo de conchas.


En el exterior del ábside se ven numerosas marcas de cantero (el interior está enfoscado), bastante profundas y no muy variadas, de las que expongo una muestra.


La pila bautismal fue llevada en 1953 a Villatuerta, en cuyo jardín parroquial tomé esta instantánea.


Rodeada de campos de cereal, en el ondulado paisaje del valle de Yerri, junto al río Iranzu, y cerca de las estribaciones de la sierra de Andía, vemos la ermita antes de su restauración.


Resumiendo, nos encontramos ante un templo a cuyos pies quedan los restos de la primitiva iglesia de estilo románico tardío con influencias cistercienses, fechable en el último tercio del siglo XII, y una cabecera de comienzos del siglo XIII que presenta caracteres del pleno románico.


Sobre el muro de la Epístola se abre una sencilla portada compuesta por tres arquivoltas de platabanda, sin decoración, la exterior semicircular y las otras ligeramente apuntadas, que descansan en una sencilla imposta sobre pies derechos. Remata la nave una espadaña de sillería con arco rebajado.


El sábado 21 de abril de 2012 se inauguraron las obras de restauración, a cuyo acto corresponde esta fotografía y la anterior.


Presidieron la inauguración, de izquierda a derecha, Irache Roa, en representación del Teder, Gregorio Díaz, de la asociación Astrolabio, Luis Albéniz, que el próximo mes de junio se hará cargo de la alcaldía del valle, Yolanda Barcina, presidenta del Gobierno de Navarra, Javier Carmona, actual alcalde, Aitor Remírez, arquitecto responsable de la restauración, Álex Duró, arqueólogo del gabinete Olcairun, responsable de la prospección arqueológica, y Javier Sancho, arquitecto jefe de la Institución Príncipe de Viana. Después de exponer las características del edificio y el desarrollo de los trabajos realizados, la presidenta del Gobierno navarro anunció su compromiso a costear el 50% de los 70.500 euros previstos para adecentar el interior del templo y recuperar las pinturas medievales.


Para acabar el acto nada mejor que un buen almuerzo. La foto no corresponde al aperitivo que nos ofreció el valle, sino al almuerzo que junto con mi esposa disfruté a la orilla del río cuando en  un cálido julio de 2009 visité y fotografié el edificio.


Anverso y reverso de la postal que José López Zabalegui remitió a la familia Epalza-Aranzadi. Fechada en 1921, es la única fotografía antigua que conozco, y remite a La Gamazada (ver nota). En el reverso dice: «En esta Santa iglesia y ante esta divina imagen de la Purísima Concepción, ofrecimos treinta y seis (?) compañeros como yo, (ofrecimos) nuestras vidas a Dios nuestro Señor, y a nuestra querida e idolatrada Navarra, cuando en La Gamazada no teníamos armas. José López, Bilbao 5 de noviembre 1921».

Nota.- La Gamazada es el nombre con el que se conoce una rebelión popular que a finales del siglo XIX se produjo en Navarra contra el intento del ministro Germán Gamazo de suprimir la Ley Paccionada de 1841 que articulaba la relación de Navarra con el Estado. En ese proyecto de ley, remitido a las Cortes el 11 de mayo de 1893, en su artículo 17 decía: «El Gobierno usará inmediatamente de la autorización que le otorga el artículo 8ª de la Ley de julio de 1877, para aplicar a la provincia de Navarra las contribuciones, rentas e impuestos que actualmente rigen y las que por la presente Ley se creen en las demás provincias del Reino».

Este hecho despertó a Navarra del letargo en que se hallaba desde la terminación de la 3ª Guerra Carlista, provocando una reacción unánime que, entre otras cosas, se plasmó en una manifestación en Pamplona que congregó (4 de junio de 1893) a unas 20.000 personas, y a la que acudieron representantes de otras regiones.

En vísperas de la manifestación, José López Zabalegui, natural de Ayegui y sargento en el fuerte Infanta Isabel, situado entre Obanos y Puente la Reina, junto con algunos vecinos y soldados formó una partida armada que se echó al monte al grito de vivan los Fueros. Al no ser secundados, disputaron entre ellos, con el resultado de algún herido, y López Zabalegui con dos paisanos de Obanos cruzaron la frontera francesa.

El Gobierno aprobó la Ley, y obligó a la Diputación a acudir a Madrid (previamente había rehusado ir) para tratar del litigio. En la capital fue recibida por los diputados y senadores navarros, y por la numerosa colonia navarra que allí vivía.

Cuando a su regreso la Diputación bajó del tren en Castejón, numerosos navarros salieron a recibirla, y también acudieron los hermanos Luis y Sabino Arana Goiri, portando el estandarte que sobre una mesa del Café Iruña de Pamplona había confeccionado Juana de Irujo, esposa de Estanislao de Aranzadi (ambos estelleses de origen), en el figuraba el primer boceto de la ikurriña.

Ante la unanimidad de la respuesta, Gamazo fue destituido, y el nuevo ministro de Hacienda envió a las Cortes un nuevo proyecto de Ley con el que se recompuso la relación Navarra-Estado.

Como recuerdo de aquella fecha, en Pamplona, frente a la Diputación, se erigió el Monumento a los Fueros.


 Para saber más:
Enciclopedia del Románico en Navarra, de Fundación Santa María.
Catalogo Monumental de Navarra.
Historia de Navarra, tomo 3º, de Ignacio del Burgo Torres.

También, mi agradecimiento a quienes me han proporcionado otro tipo de información y fotografías:
- Charo Apesteguía, fotografías de la restauración.
- Javier Carmona, información publicada por Víctor Manuel Arbeloa.
- Presen Martínez, información procedente de Alfredo Larreta.

mayo 2012

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© Javier Hermoso de Mendoza